Se trata de un antiguo convento benedictino ubicado a las afueras de Florencia en un lugar de hermosas vistas y entorno apacible, ideal para descansar. Está bien comunicado con autobús público con Florecia. Hay restaurantes próximos. Las habitaciones son amplias y austeras, por ejemplo no hay televisión ni minibar, aunque a nosotros eso no nos importa mucho. No tienen cunas disponibles. El desayuno fue aceptable. Nuestra única pega es que los colchones no eran cómodos.